El perdón

Aquella mañana me levanté con ganas de ver arder el mundo. Todavía podía sentir el amargo regusto de la traición en mi garganta, que aún ardía por el efecto del alcohol con el que la había arrasado la noche anterior. Cuando un amigo te falla de esa forma, de una manera tan mezquina e imprevista, el puñal de la ingratitud se clava mil veces más hondo.

Salí de casa dando un portazo y enfilé las escaleras con la brusquedad de un venado en plena estampida. Quería que el universo supiera que estaba enfadado. Deseaba que la gente pudiera leer en mi rostro el desaire, la terrible decepción de un ser humano dolido hasta los huesos.  

De pronto noté que perdía pie. Mi cuerpo se inclinó peligrosamente hacia delante y casi pude verme dándome de bruces contra la pared del descansillo. Algo lo evitó. Una mano sujetaba reciamente mi hombro y me ayudó a recuperar el equilibrio.

Era él.

—Lo siento — dijo, en un tono tan melancólico como sincero.

—Tienes mal aspecto — respondí, dibujando una débil sonrisa empática.

Y, súbitamente, las llamas remitieron.

Autor: manelfernandezb

Escritor ferrolano. Amante de la literatura, de la fantasía y de todo aquello vinculado a la creatividad.

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